viernes, 1 de mayo de 2015

Solo en otros siglos los hombres fusionaban vocaciones, por muy opuestas que ellas fueran, en función de sus oficios. Hoy ya no es posible que un corsario –hay quien asegura que todavía hay corsarios– disponga de su pasión de hombre de guerra para cultivar sus dotes de geógrafo. La unión de dos personalidades tan disímiles ha sido posible en Agustín Codazzi, un batallador que no se contuvo en su Italia natal después de conocer las Américas, y que regresó para luchar por su libertad hasta convertirse en prócer, mientras describía cada brecha que sus ojos veían pasar, para convertirse también, como lo afirma Enrique Bernardo Núñez, después de Humboldt, en "nuestro geógrafo por excelencia".

Agustín Codazzi: Explorador en la guerra

Agustín Codazzi / Foto Cortesía
Agustín Codazzi / Foto Cortesía
Además de sus fundamentales aportes geográficos, "el inmigrante ejemplar" dejó literatura en su prosa y una existencia poblada de desafíos que pocos conocen. Luego de terminar su odisea geográfica en Venezuela, acuerda con Humboldt, con quien acuerda llevar a cabo un proceso de colonización planificada, y es así como en 1845 funda la Colonia Tovar. En 1848 se ve obligado a exilarse después del asalto al Congreso, y se dedica a comenzar un proyecto de los que sería en el futuro el Canal de Panamá

Solo en otros siglos los hombres fusionaban vocaciones, por muy opuestas que ellas fueran, en función de sus oficios. Hoy ya no es posible que un corsario –hay quien asegura que todavía hay corsarios– disponga de su pasión de hombre de guerra para cultivar sus dotes de geógrafo.
La unión de dos personalidades tan disímiles ha sido posible en Agustín Codazzi, un batallador que no se contuvo en su Italia natal después de conocer las Américas, y que regresó para luchar por su libertad hasta convertirse en prócer, mientras describía cada brecha que sus ojos veían pasar, para convertirse también, como lo afirma Enrique Bernardo Núñez, después de Humboldt, en "nuestro geógrafo por excelencia".
Originario de Lugo, provincia de la Romagna, en los Estados Pontificios, nacido en 1973 de sangre italiana, Codazzi es autor de la primera gran geografía general de Venezuela. Una vez abandonada la milicia, después de una variada experiencia guerrera e inusitada travesía laboral (comerciante, pintor de brocha gorda, empleado en una casa de juegos en Babilonia), pronto siente las ineludibles necesidades que unieron su ánimo bélico con el de estudioso de la Tierra: la movilidad del viaje y la observación como táctica.

Codazzi, el guerrero
Juan Bautista Agustín Codazzi Bertoloi, que conoce tierra firme venezolana en 1827, a los 33 años, ya había formado parte de una expedición de Bolívar una década antes, en Baltimore. A su regreso, luego del pronto reconocimiento de su desempeño, presta sus servicios como Primer Comandante de la artillería del Zulia, donde efectuaba trabajos de reconocimiento por ríos y costas de manglares de la región, experiencia que le permitió elaborar un mapa de la zona.
Aunque los datos biográficos de la vida de Codazzi –en cuanto a fechas específicas– ofrecidos por diferentes fuentes históricas no coinciden en sus primeros 33 años, vividos básicamente en el viejo mundo, los años que pasó en tierras de Indias, como a causa de una providencia, sí son conocidos de manera detallada e inequívoca.
"El inmigrante ejemplar", como le reconoce Páez en su autobiografía, medía poco más de uno sesenta –como por imitación al máximo prócer–, pero su estatura lógica era más que sobresaliente: su obra, que despuntó especialmente en geografía política, abarcó a través de una de una inusual prosa descriptiva el detalle más profundo que se hubiera hecho antes en Venezuela, dejando la base más sólida en el estudio de nuestro territorio, a partir de la cual otros geógrafos contemporáneos ensayaron camino.
Su Atlas Físico y Político de la República, el Mapa General de Venezuela y Resumen de la Geografía de Venezuela, obras que realizó a partir de 1835, ya Venezuela separada de Colombia, y bajo la aprobación oficial de Páez, contaron con la ayuda del dibujante Carmelo Fernández y los historiadores Rafael María Baralt y Ramón Díaz.
Es entonces cuando Codazzi, tierra adentro, despliega nuevas formas de viaje: el principal móvil de este exilado voluntario. Si Codazzi hubiese nacido un siglo más tarde, sería quizás corresponsal de guerra, expedicionario o casco azul. Una selva desconocida, y ahí estaría Codazzi. Un campo minado y Codazzi lo vencería. Una tormenta eléctrica, una epidemia, una trampa y Codazzi adelante.
Empadronar a Venezuela
Nada podía vencer a Codazzi. Sus marchas por Venezuela tenían escasas guías hechas básicamente por Humboldt. Recorría la geografía para hacer su Atlas con un sentido de la ubicación espacial, literalmente espacial. No existían fotografías satelitales, pero Codazzi estaba seguro del punto que ocupaba con la precisión de un lejano visor moderno ubicado en el cuerpo celeste.
Pero su gracia aventurera no estaba sola. Tuvo la suerte de tener testigo. La propia voluntad de Codazzi para observarse, describir su paso, y lo que a su paso observaba, el clima preponderante, la apariencia de la tierra, la estirpe de sus animales, la calidad de sus hombres.
Escribano afanado, no hubo insecto que su existencia percibiera que no fuera entrevistado por su pluma. Los escritos de Codazzi aparecen, mapas y códigos científicos aparte, como una fotografía detallada en tres dimensiones. Leer a Codazzi es experiencia viva.
Su obra, generosa en puntos de interés, abarca lo que él llamó las fronteras naturales, describió todas las provincias del país de entonces, sus mares y golfos, sus montañas, islas y costas, hoyas hidrográficas, climas, estaciones, el aspecto físico de todas las zonas, las condiciones agrícolas y fauna de todos los tipos, tema por el que Codazzi sentía una especial afición al escribir, tarea a la que se prestaba con brillantez y precisión.
El afán científico de este venezolano adquirido se extendió a los hombres. Estudió las etnias que habitaban en la época, diseñó y calculó un censo, cuyos resultados dieron poblaciones muy escasas gracias a largos períodos de guerras y a las epidemias, a lo que Codazzi reaccionaba optimista aduciendo que no siempre los empadronadores llegaban a sus objetivos propuestos, y que la Venezuela de los treinta del siglo XIX debía tener cerca de un millón de personas, más de 200 mil de lo que arrojaba el cálculo estadístico que él mismo dirigía.
Luego de terminar su odisea geográfica, Codazzi se traslada a París para supervisar la impresión del Atlas, donde contacta a Humboldt, con quien acuerda llevar a cabo un proceso de colonización planificada, y es así como en 1845 funda la Colonia Tovar. A partir del año 46 es nombrado Gobernador de Barinas, hasta el año 48, cuando se ve obligado a exilarse después del asalto al Congreso, y se dedica a comenzar el Proyecto de Intercomunicación Oceánica, lo que será el futuro Canal de Panamá.
El 9 de febrero de 1959, después de reconocer la frontera del país que había hecho suyo, muere vía Valle de Upar, en el pueblo de Espíritu Santo, que hoy lleva el nombre de Codazzi.

Prosa de prócer
Las ideas de libertad, la furibunda pasión por el viaje y la adopción de América como su patria, no hubiese tenido el alcance histórico que ha correspondido a Codazzi si su testimonio escrito, además de útil y prolífico, no contara con la descriptiva milimétrica de sus palabras, convertidas en piezas constructoras de atmósferas, confundidas a veces con una prosa que hace olvidar el discurso científico sin evadirlo.
Para muestra, extractos de un texto publicado en la Gaceta de Venezuela del mes de julio de 1835 sobre la Cueva del Guácharo: "...Si la grande cueva que acabamos de recorrer podía llamarse un bello horror, ésta debe apellidarse una mansión de muerte... Mas cual fue nuestra admiración cuando nos vimos en un hermoso salón con tres anchas bóvedas. Aquí ya no se podía decir que era un bello horror ni una mansión de muerte, y sí un gran espectáculo de la naturaleza, que presenta revestida de todos los primores de la petrificación subterránea... Todos quedamos estáticos y como sobrecogidos por un gran rato; la pálida luz de las teas, cuyos rayos se extendían en varias direcciones; las sombras que éstos mismos lanzaban sobre otros que, más apagados se alcanzaban a ver, al paso que la oscuridad escondía multitud, y el humor, que por falta de viento se elevaba de las teas en columnas perpendiculares hacia la silenciosa bóveda. Todo, todo causaba una impresión grandiosa en las facultades del espectador, a quien le parecía estar en una mansión encantada...".

Geografía para todos
Demasiado poco frecuente es encontrar que el temario geográfico –a menos que la discusión incluya límites y sus sentimientos consecuentes– tome el centro de una escena por semejanza placentera. Digamos que es difícil toparse con una concentración de apasionados que se debaten por la definición de un clima zonal, tanto como que un hallazgo topográfico protagonice un titular de prensa, o que un texto para la soñolencia infantil lleve la firma de Aureo Yépez Castillo.
Vista como área exclusiva de los estudiosos, esta realidad parece insuperable. Sin embargo, el entendimiento de la Geografía como ciencia integral, buscadora de orígenes, entendedora de culturas, parece realizarse en la obra de Codazzi como la razón esencial por la que su obra se universaliza.
Isbelia Sequera, presidenta del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, lo ensaya desde la convicción del geógrafo: "Encierra (la geografía) lo que oculta la tierra en sus entrañas, encierra lo que arrastran los arroyos que forman los ríos y los propios arrastres del río; encierra lo que se encuentra dentro de sus aguas submarinas y debajo en el propio fondo de esas aguas; encierra sus cambios de clima, sus cambios de períodos de lluvia a sequía, y el efecto que en la corteza material tienen los vientos que a veces son suaves, que otras transportan al agua para enriquecer la tierra o también para inundarla, y que a veces, encabritados, furiosos, arrasan con todo. Y encierra también al hombre.
Al hombre que habita su superficie; que trabaja la tierra, que construye ciudades, que crea industrias, que transforma el paisaje para adoptar la naturaleza a su vida pero que, además, por lo corriente, arremete contra ese paisaje, que es la naturaleza y es esencia, quebrando el equilibrio ecológico que debe imperar.
Es en ese contexto de la ciencia geográfica la obra de Agustín Codazzi de avanzada..."

El de la pasión geográfica
Por Jesús Sanoja Hernández
El 14 de marzo de 1840, el Congreso presidido por José Vargas aprobó el decreto cuyo ejecútese firmó el presidente José Antonio Páez, mediante el cual se mandaba franquear al Coronel Agustín Codazzi, en calidad de empréstito, diez mil pesos del tesoro público, previa fianza, para que imprimiese y grabase la obra encomendada en 1830. Menos de cuatro meses más tarde el geógrafo embarcó rumbo a Francia, acompañado de los historiadores Rafael María Baralt y Ramón Díaz, así como del dibujante Carmelo Fernández, sobrino de Páez.
Estaban a punto de salir, pues, Resumen de la geografía de VenezuelaMapa general de Venezuela y Atlas físico y político de la República. La primera de esas obras dibuja a un país que, como observó Enrique Bernardo Núñez, ya había conquistado la libertad de comercio y aspiraba al fomento de su bienestar por medio de las ciencias y las artes. Si Bolívar trajo a Codazzi desde Colombia, en 1827, Páez sería el encargado de promover sus desplazamientos por el país para levantar planos, trazar itinerarios y suministrar noticias estadísticas del país que emergía de trescientos años de colonia y un tramo tempestuoso de lucha independentista.
Núñez definió a Codazzi como una pasión geográfica y el eminente Pablo Vila, escoltado por Carpio Castillo, lo colocó como miembro de trinidad cuyo otros dos fueron Humboldt y Caldas. Con Humboldt justamente se tropezaría Codazzi en París, quien lo entusiasmó para el proyecto inmigratorio que Páez habría de aceptar y del cual formó parte la Colonia Tovar.
Fermín Toro, en el N° 3 (extraordinario) de El libro Venezolano, tan temprano como en 1842, elogió al Resumen... y al plan de la Colonia Tovar, comparando al tipo de poblamiento de los conquistadores, que se lanzaron al despojo, con el de los descendientes de entonces cuyo signo debía ser "producir por medio de la industria y el comercio".
Parecía sólido y brillante su destino al punto de que Soublette lo nombró gobernador de la provincia de Barinas, entonces próspera y donde prosiguió en su tenaz labor de acopio de datos y búsquedas geográficas; pero pronto sobrevino la sorpresa del "asalto al Congreso", 1848, y con ella la afiliación de Codazzi al movimiento armado de Páez contra Monagas, culminado con el infeliz episodio de Los Araguatos. Le tocó entonces lo que le había tocado y le seguiría tocando a muchísimos venezolanos atraídos por el combate político: el exilio.
Tornó Codazzi a Colombia, tierra por él conocida antes de sus aventuras venezolanas. En hombre como él, acostumbrado a la guerra, la trashumancia y los cambios repentinos, aquello no era extraño. El presidente Mosquera, como antes entre nosotros Páez, lo aprovechó ampliamente para la investigación geográfica y para encabezar la Comisión Corográfica. Allá murió, en 1859, cuando en Venezuela estaba por encenderse la guerra federal.
Para cerrar con Enrique Bernardo Núñez, valga la cita de un artículo suyo publicado en El Nacional con motivo del centenario de la muerte del hombre de la pasión geográfica: "Durante diez años recorre a Venezuela, 'el país de los mil ríos' (1047 es el número dado por Codazzi). La tierra de Venezuela le revela sus secretos. A pesar del tiempo transcurrido, de los cambios efectuados, su Geografía nos parece un libro extraordinario. Ningún otro tenemos hoy que oponerle. Se diría que esa descripción encierra la historia de un pueblo que le ha dado las espaldas a su destino".

*Publicado el 5 de julio de 1998

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