Joya publicada en 1958: hablo de las Obras completas de Lisandro Alvarado, emprendida entonces por una comisión presidida por Mario Briceño Iragorry. El tomo VI está dedicado, en edición bilingüe,
Le obsesionaban las lenguas clásicas, las modernas y las indígenas. Sus tratos incluían el inglés, el francés, el italiano y el alemán. Hablaba árabe. Hizo estudios de griego, hebreo y provenzal. Estudió cuantas lenguas indígenas tuvo a su alcance. Y, en lo que interesa a este comentario, por la exigencia que se impuso a sí mismo de traducir a Lucrecio, cabe afirmar que una parte sustancial de su vida la consagró (consagrar: no hay otro verbo más adecuado para describir esta devoción por Lucrecio), a volcar a nuestra lengua los casi ocho mil hexámetros en latín que lo componen. Hay testimonios de que antes de sus veinte años Alvarado ya leía a Tácito en latín y escribía cartas en ese idioma.La correspondencia entre ambos revela que el poema de Lucrecio era una pasión que Alvarado compartía con José Gil Fortoul, y que habría sido este quien le persuadió de traducirlo. En algún momento de 1890 Alvarado dio inicio a la enorme tarea. Que aquello era un bien de la existencia y no un modo de ganarse la vida, lo pone de bulto el que Alvarado vivió siempre al límite de la pobreza. La activa solidaridad de Gil Fortoul se puso en movimiento a partir de 1892: buscaba un editor para De la naturaleza de las cosas. Pero no encontró a ninguno dispuesto. ¿Y cuál fue la reacción de Alvarado? Revisar una y otra vez la traducción a lo largo de los años. Analizar de modo implacable su propio trabajo. Hundir sus pensamientos en el latín y el español, hasta que casi 28 años después de haber traducido las primeras palabras, cerró la versión que fi nalmente sería publicada en 1958, que incluía un prólogo suyo (una versión previa había sido publicada en Barquisimeto, en 1950).
Es autor de un largo poema didáctico,
De rerum natura (
Sobre la naturaleza de las cosas), en algo más de 7.400
hexámetros distribuidos en seis libros, acaso la mayor obra de la poesía de Roma. En este poema se divulgan la
filosofía y la
física atomistas que había tomado
Epicuro de
Demócrito. El único texto que poseemos del poema se ha transmitido gracias a
Cicerón, quien preparó su edición a la muerte del poeta, y al humanista
Poggio Bracciolini, que lo copió en
1418 del único
códice conservado. En deliberado contraste, se inicia con un himno a la diosa Venus generatriz y termina con una descripción de la peste de Atenas.
Son pocos y dudosos los datos biográficos que se conservan de Lucrecio y fundamentalmente recogidos por
San Jerónimo. Según ellos, enloqueció al beber un filtro de amor y se suicidó; pero esta información tiene todo el aspecto de haber sido compuesta
ad hocpara explicar la sombría visión que ofrece del amor en su célebre poema. La tradición ha defendido que padecía algún tipo de enfermedad mental, que podría ser o no de origen físico (como la
epilepsia), tratando de desprestigiar así una visión de las cosas tan alejada del dogma de fe.
Su tercer nombre, Caro, era propio de las clases bajas, pero Lucrecio tenía una extensa cultura, que no era fácil de adquirir si uno no pertenecía a una familia pudiente. Se ignora si era originario de la misma
Roma o de alguna provincia, pero es indudable que Lucrecio vivió en Roma y resulta evidente, por la franja de fechas en que se desarrolló su vida, que debió asistir a las guerras civiles romanas, a las revueltas de
Mario y
Sila, a la conjuración de
Catilina y a la ascensión de
Julio César.
También afirma San Jerónimo que
Cicerón ordenó el texto en seis libros y editó el poema. El primer libro comienza con una invocación a
Venus como fuerza germinadora de la naturaleza y trata de cómo todo está compuesto de
átomos y de
vacío. El libro segundo trata del movimiento y agrupaciones de los átomos. El tercer libro habla sobre el
alma, que es mortal. El cuarto sobre la teoría de la sensación, el quinto sobre el mundo y el sexto sobre diversos fenómenos atmosféricos y las enfermedades, terminando con un sombrío panorama sobre los estragos de la peste en
Atenas, en deliberado contraste con el inicio.
Los análisis a la obra de poetas posteriores demuestran que le habían estudiado a fondo. A él alude
Virgilio cuando escribe:
Felix qui potuit rerum cognoscere causas
atque metus omnes, et inexorablile fatum
subiecit pedibus, strepitumque Acherontis avari!
Geórgicas, lib. II.
Utiliza comparaciones para aliviar la árida materia abstracta de la obra, mezclando, con una imagen que más tarde tomará
Horacio, lo útil con lo dulce de la misma manera que un médico mezcla dulce miel en las agrias medicinas que administra. También es citado en numerosas ocasiones por
Montaigne a lo largo de sus
Ensayos (1595). La obra de Lucrecio, materialista e irreligiosa, fue traducida por el
afrancesado y revolucionario jacobino español
José Marchena a principios del siglo XIX en
endecasílabo blanco con la intención de combatir el catolicismo de sus compatriotas. También es importante, por sus méritos filológicos y por sus caudalosas notas, la versión bilingüe del humanista inglés
John Mason Good, (Londres, 1805, 2 vols.) y, por fin, la edición filológicamente impecable de
Carl Lachmann (Berlín, 1850).
La intención de Lucrecio, como ya señaló Virgilio, es liberar al hombre del
miedo a los dioses y a la
muerte, causas, según él, de la
infelicidad humana. ("Está bien ver al navegante lejano luchar contra la borrasca y naufragar, no porque nos alegremos del mal ajeno, sino porque es bueno hallarse libre de tormentos"). El texto pertenece al género del perifíseos griego, poemas o textos de filósofos presocráticos que intentaban explicar el origen del mundo. Representa el
cosmos como un conjunto fortuito de
átomos que se mueven en el vacío ("Ninguna cosa nace de la nada", verso 211; "De la nada, nada puede hacerse", verso 219; "Nada puede a la nada reducirse / ni alguna cosa hacerse de la nada", versos 1071 y 1072). El
alma es material y no sobrevive al
cuerpo. Los fenómenos tienen todos causa natural. Si existen los dioses, estos no intervienen en los asuntos de los mortales. La triste visión del amor humano que ofrece ha intrigado a los especialistas. En general, Lucrecio es considerado uno de los tres grandes poetas del
ateísmo, junto a
Ludwig Feuerbach y
Thomas Hardy.
Apertura de
De rerum natura, copia de 1483 de Girolamo di Matteo de Tauris para el papa
Sixto IV.
Sobre la naturaleza de las cosas (Latín: De rerum natura) es un poema didáctico, dentro del género de los periphyseos cultivado por los filósofos atomistas griegos, escrito en elsiglo I a. C. por Tito Lucrecio Caro; dividido en seis libros, proclama la realidad del hombre en un universo sin dioses e intenta liberarlo de su temor a la muerte. Expone la física atomista de Demócrito y la filosofía moral de Epicuro. Posiblemente la mayor obra de la poesía de Roma y, sin duda, uno de los mayores esfuerzos del alma destinados a la comprensión de la realidad, del mundo y del humano.Literalmente el título se traduce del latín como Sobre la naturaleza de las cosas. Aunque a veces se llega a traducir como la Sobre la naturaleza del Universo, quizás para reflejar la escala real que se trata en el libro. La visión de Lucrecio es bastante austera, pero sin embargo incita a unos cuantos puntos importantes que permiten a los individuos a un escape periódico de sus propios deseos y pasiones para observar con compasión a la pobre humanidad en su conjunto, incluyéndose a sí mismo, pudiendo observar la ignorancia promediada, la infelicidad reinante, e incita a mejorar aunque sólo sea un poco más todo aquello que nos rodea. La responsabilidad personal consiste en hablar sobre la verdad personal que se vive. De acuerdo con Sobre la naturaleza de las cosas la proposición de verdad de Lucrecio es dirigida a una audiencia ignorante, esperando que alguien le escuche, le comprenda y de esta forma le pase la semilla de la verdad capaz de mejorar al mundo.
El poema está compuesto por los siguientes argumentos.
- La sustancia es eterna.
- Los átomos se mueven en el vacío.
- El universo está compuesto de átomos y vacío, nada más. (Por esta razón, Lucrecio es visto como un atomista.)
- El alma del hombre consiste en átomos diminutos que se disuelven como el humos cuando este muere.
- Reclama la existencia de los dioses, pero dios no inició el universo, y concierne poco a las acciones de los hombres.
- Existen otros mundos como el universo y son similares a este.
- Debido a que estamos compuestos de una sopa de átomos en constante movimiento, este mundo y los otros no son eternos.
- Los otros mundos no están controlados por dioses, al igual que este.
- Las formas de vida en este mundo y en los otros está en constante movimiento, incrementando la potencia de unas formas y decreciendo la de otras.
- El hombre debe pensar que desde sus más salvajes inicios ha vivido una gran mejora en habilidades y conocimientos, pero esto pasará y vendrá una decadencia.
- Lo que llega a saber el hombre proviene sólo de los sentidos y de la razón.
- Los sentidos tienen dependencias.
- La razón nos deja la posibilidad de alcanzar motivos ocultos, pero ésta no está libre de fallos y de falsas inferencias. Por esta razón, las inferencias deben ser continuamente verificadas por los sentimientos.
- (Comparado con Platón, quien creía que los sentidos podrían ser confundidos mientras que la razón no.)
- Los sentimientos perciben las colisiones macroscópicas e interacciones de los cuerpos.
- Pero la razón infiere los átomos y el vacío que los sentidos perciben.
- El hombre evita el dolor y busca todo aquello que le da placer.
- Una persona normal (media) está impelida siempre para evitar los dolores y buscar los placeres.
- Las personas nacen con dos miedos innatos: el miedo a los dioses y el miedo a la muerte.
- Pero los dioses no quieren hacernos daño, la muerte es fácil cuando la vida se ha ido.
- Cuando uno se muere, los átomos del alma y los átomos del cuerpo continúan su esencia dando forma a las rocas, lagos o a las flores.
Interpretaciones
De las múltiples descripciones que se han hecho del poema, pocas son tan luminosas como la realizada por el filósofo y físico
Michel Serres. En su libro
El nacimiento de la física en el texto de Lucrecio, Serres sostiene que el poema de Lucrecio no es un texto de metafísica, ni de filosofía moral, sino exactamente una
física. Es más, no se trata simplemente que el poema sea una física matemática y experimental como la nuestra - con modelos, experiencias y aplicaciones-, se trata de que es exactamente nuestra física, no tanto la que se inaugura con
Galileo y culmina con
Newton, sino más bien la que estamos comenzando a hacer hoy mismo, a partir de experiencias como las de
Einstein,
Heisenberg o
Prigogine.
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