Cincuenta años de informática en Venezuela
Mientras las memorias se hicieron más pequeñas, su potencial creció exponencialmente
JUAN CARLOS PARISCA PÉREZ | EL UNIVERSAL
lunes 24 de noviembre de 2014 12:00 AM
Ponderar el cambio ocurrido en la Informática universalmente pareciera trivial, un lugar común. Fenómeno universal, sin embargo, vale la pena recordar cómo ha sido la percepción del cambio para los que lo hemos vivido en Venezuela, frente a los que comienzan a vivirlo ahora. Cómo hacérselos sentir a los muy jóvenes, que ya vienen con la cibernética en el cerebro, con las Canaimitas, los celulares y los tablets.
En este campo, por suerte, he sido testigo privilegiado. Comenzamos a sentir el impacto de la informática desde 1961. Ya en ese año se instaló una computadora en la Escuela de Matemáticas de la Facultad de Ciencias de la UCV. Era una IBM 1620, que, asombrosamente, resolvía sistemas de ecuaciones. De allí en adelante el cambio fue continuo. Para 1967, en Londres, aprendí a utilizar una IBM 360 de entrada de datos en tarjetas perforadas. Con 16K de memoria, cintas magnéticas y lenguaje Fortran. ¿Sabrán los jóvenes de qué hablamos? Aquellas computadoras eran enormes, pero con una capacidad muy reducida, si las vemos hoy. En 1975, en Cypeca, compramos una computadora Burroughs enorme. Eran doce unidades, cada una más grande que una nevera de dos puertas, que no cabía en el ascensor. Para ponerlas en un piso 6 tuve que subirlas con una grúa y meterlas por una ventana por la fachada del edificio a media noche, en plena Plaza Venezuela. Aquel gigante disipaba tanto calor que no funcionaba sin un sistema de aire acondicionado propio que llevaba el frío por ductos a cada unidad y la enfriaba por debajo. Al poco tiempo de comenzar a funcionar recibimos la queja del piso inferior, donde estaba ocurriendo una lluvia inexplicable. Era que el aire acondicionado de la computadora enfriaba el piso tanto que por debajo se condensaba el vapor de agua y goteaba sobre las cabezas de los vecinos, frecuentemente arruinando sus trabajos. Para colmo eran abogados. Sin embargo, tuvieron que calarse ese fastidio por varios años. Nosotros, por nuestro lado, no estábamos haciendo nada reprobable. Eran cosas de la tecnología de la época.
Reducción
El desarrollo de la informática trajo la reducción del tamaño de las computadoras. Aparecieron las PC, nuevos sistemas y programas que permitieron hacer los cálculos en un escritorio, en lugar de una enorme computadora. En el centro de todo esto está una paradoja singular: mientras las memorias se hicieron más pequeñas, su potencial creció exponencialmente. Un bite, un K, un mega, un giga, un tera. La escala del cambio ha sido de 1.000.000.000.000 a 1 y sigue: Internet, Google, Gmail, Wifi, Facebook, Twitter, WhatsApp, las tablets, las redes sociales, el celular, las Canaimitas.
El auge de la computación trajo consigo el nacimiento de Cypeca (Cálculo y Programación Electrónica C. A.), experiencia memorable iniciada por Celso Fortoul y Carlos Sosa Franco, a quienes se unieron Oscar Saíz, Simón Lamar y Vicente Cienfuegos. Empresa especializada en el cálculo estructural por métodos matriciales, que permitió, después del sismo del 63, el proyecto antisísmico y la construcción de cientos de edificios de concreto y acero. Tuve la suerte de unirme a ellos y compartir lo que fue, más que una empresa, una gran aventura intelectual.
Incertidumbre
Después del sismo hubo que despejar la incertidumbre tecnológica, y luego reparar los daños, reconstruir lo derruido y hacer nuevas construcciones. Trabajo asumido por toda una generación de ingenieros. Y después ampliar el campo del cálculo con la participación en otras ingenierías.
Participamos en las mayores obras de entonces, entre las que recordamos: las torres del Parque Central, el Teatro Teresa Carreño, las estructuras del Metro de Caracas, las torres de acero de la línea de transmisión San Lorenzo-Las Morochas, la carretera Caicara-San Juan de Manapiare, el puente y la torre para el vaciado de concreto de la Represa de Guri.
Reparaciones de todo tipo, como la del tubo del acueducto que viene de Camatagua, calculado, proyectado y reconstruido contra reloj, después de una rotura por falla del suelo. Caracas se había quedado sin agua. La de la Central Telefónica de Bella Vista, en Maracaibo y la del edificio del Colegio Loyola en Puerto Ordaz.
Estimaciones de costos de construcción, como la del Templo Votivo de La Coromoto. Así como la gerencia de la construcción de obras grandes, como las estructuras de acero para el Plan IV de Sidor, la del edificio del Centro de Servicios Santa Rosa para la EDC, la creación del sistema de control de costos de construcción de Sidor, e investigaciones teóricas y experimentales, como el Método de Cálculo del Sistema de Construcción Prefabricada de Vivienda Venezolana. El sistema de Control de Calidad del acero estructural Heliacero, y el Manual de Proyectos con Estructuras de Acero Sidor, versiones II y III. Una verdadera aventura intelectual sin parangón.
juan.parisca@sigoweb.com
En este campo, por suerte, he sido testigo privilegiado. Comenzamos a sentir el impacto de la informática desde 1961. Ya en ese año se instaló una computadora en la Escuela de Matemáticas de la Facultad de Ciencias de la UCV. Era una IBM 1620, que, asombrosamente, resolvía sistemas de ecuaciones. De allí en adelante el cambio fue continuo. Para 1967, en Londres, aprendí a utilizar una IBM 360 de entrada de datos en tarjetas perforadas. Con 16K de memoria, cintas magnéticas y lenguaje Fortran. ¿Sabrán los jóvenes de qué hablamos? Aquellas computadoras eran enormes, pero con una capacidad muy reducida, si las vemos hoy. En 1975, en Cypeca, compramos una computadora Burroughs enorme. Eran doce unidades, cada una más grande que una nevera de dos puertas, que no cabía en el ascensor. Para ponerlas en un piso 6 tuve que subirlas con una grúa y meterlas por una ventana por la fachada del edificio a media noche, en plena Plaza Venezuela. Aquel gigante disipaba tanto calor que no funcionaba sin un sistema de aire acondicionado propio que llevaba el frío por ductos a cada unidad y la enfriaba por debajo. Al poco tiempo de comenzar a funcionar recibimos la queja del piso inferior, donde estaba ocurriendo una lluvia inexplicable. Era que el aire acondicionado de la computadora enfriaba el piso tanto que por debajo se condensaba el vapor de agua y goteaba sobre las cabezas de los vecinos, frecuentemente arruinando sus trabajos. Para colmo eran abogados. Sin embargo, tuvieron que calarse ese fastidio por varios años. Nosotros, por nuestro lado, no estábamos haciendo nada reprobable. Eran cosas de la tecnología de la época.
Reducción
El desarrollo de la informática trajo la reducción del tamaño de las computadoras. Aparecieron las PC, nuevos sistemas y programas que permitieron hacer los cálculos en un escritorio, en lugar de una enorme computadora. En el centro de todo esto está una paradoja singular: mientras las memorias se hicieron más pequeñas, su potencial creció exponencialmente. Un bite, un K, un mega, un giga, un tera. La escala del cambio ha sido de 1.000.000.000.000 a 1 y sigue: Internet, Google, Gmail, Wifi, Facebook, Twitter, WhatsApp, las tablets, las redes sociales, el celular, las Canaimitas.
El auge de la computación trajo consigo el nacimiento de Cypeca (Cálculo y Programación Electrónica C. A.), experiencia memorable iniciada por Celso Fortoul y Carlos Sosa Franco, a quienes se unieron Oscar Saíz, Simón Lamar y Vicente Cienfuegos. Empresa especializada en el cálculo estructural por métodos matriciales, que permitió, después del sismo del 63, el proyecto antisísmico y la construcción de cientos de edificios de concreto y acero. Tuve la suerte de unirme a ellos y compartir lo que fue, más que una empresa, una gran aventura intelectual.
Incertidumbre
Después del sismo hubo que despejar la incertidumbre tecnológica, y luego reparar los daños, reconstruir lo derruido y hacer nuevas construcciones. Trabajo asumido por toda una generación de ingenieros. Y después ampliar el campo del cálculo con la participación en otras ingenierías.
Participamos en las mayores obras de entonces, entre las que recordamos: las torres del Parque Central, el Teatro Teresa Carreño, las estructuras del Metro de Caracas, las torres de acero de la línea de transmisión San Lorenzo-Las Morochas, la carretera Caicara-San Juan de Manapiare, el puente y la torre para el vaciado de concreto de la Represa de Guri.
Reparaciones de todo tipo, como la del tubo del acueducto que viene de Camatagua, calculado, proyectado y reconstruido contra reloj, después de una rotura por falla del suelo. Caracas se había quedado sin agua. La de la Central Telefónica de Bella Vista, en Maracaibo y la del edificio del Colegio Loyola en Puerto Ordaz.
Estimaciones de costos de construcción, como la del Templo Votivo de La Coromoto. Así como la gerencia de la construcción de obras grandes, como las estructuras de acero para el Plan IV de Sidor, la del edificio del Centro de Servicios Santa Rosa para la EDC, la creación del sistema de control de costos de construcción de Sidor, e investigaciones teóricas y experimentales, como el Método de Cálculo del Sistema de Construcción Prefabricada de Vivienda Venezolana. El sistema de Control de Calidad del acero estructural Heliacero, y el Manual de Proyectos con Estructuras de Acero Sidor, versiones II y III. Una verdadera aventura intelectual sin parangón.
juan.parisca@sigoweb.com
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