Legado de Luis Beltrán Prieto Figueroa sigue vigente: El maestro debe educar los instintos
Escrito por Mariángel Durán
Este año se cumplen 111 años del natalicio del gran maestro venezolano Luis Beltrán Prieto Figueroa, un hombre insigne que ofreció innumerables aportes a la educación y cuyo legado, pensamientos e ideas se mantienen vigentes.
Recordar su legado sirvió de inspiración a la profesora Togliatty Toro, del área de Castellano y Literatura del Instituto Pedagógico de Barquisimeto, cuyo epónimo es precisamente Prieto Figueroa, para la elaboración de un ensayo titulado La lucha, un escenario potencial en el modelo educativo venezolano”, en el que reitera que su pensamiento se mantiene vigente para la educación venezolana.
La autora, quien es estudiosa de las ideas del maestro, recuerda un ensayo de Prieto titulado Psicología y canalización del instinto de lucha, de 1936, en el que interpretó un aspecto que se había concebido como sustancial del pueblo venezolano: la lucha y la combatividad.
“El maestro de maestros afirmaba que en el país se había venido sosteniendo siempre una teoría de la represión, de la lucha salvaje, de la combatividad como una salida a ‘la guachafita venezolana’ (p. 08) y al mismo tiempo ofrecía una teoría contraria que daba cuenta de que el pueblo venezolano, viéndose así creaba hacia sí miedos, odios, separaciones dañosas que, en definitiva, provocaban la imposibilidad de evolución.
Y, sin embargo, agregaba que ese aspecto aparecía como necesario y que lo que urgía era la necesidad de canalizarlo, razón por la cual legaba a los maestros la tarea de educar los instintos. Véase bien educar y no reprimir. De manera alguna, la represión de la combatividad, de la lucha como instinto, podía considerarse”.
El instinto de lucha, como instinto, es biológicamente útil y legítimo. La naturaleza le permite al hombre hacer uso de ese instinto para defenderse. No se debe reprimir, sino hacer uso de él para que logre la comunidad humana, explica.
“En su ensayo validaba la necesidad de darle, desde la educación, una finalidad, un objetivo propuesto”.
En 1943, Prieto Figueroa -en la Convención Nacional del Magisterio, celebrada en Valencia- presentó por vez primera una tesis acerca del Estado, según la cual éste no puede dejar a su capricho a los ciudadanos, sino más bien es el responsable de su formación y orientación. Hoy día conocemos la tesis del Estado Docente, legada a nuestra concepción del sistema educativo.
“Dicha tesis defendía y defiende en esencia la relación política-educación. No la educación para el adoctrinamiento; la educación para la consecución del modelo de sociedad que se desea, en tanto que no hay modelo de sociedad que no sea orientado y formado por el modelo educativo.
La formación del ciudadano, en palabras de Simón Rodríguez. Una formación nunca para intereses particulares o especiales, una formación del espíritu, de la persona en libertad -no libertinaje, por cuanto la libertad siendo derecho también es deber-, de los valores que permita que una vez formado el hombre éste pueda ayudar a formar a otros”.
Al servicio de ideales
Toro insiste en la idea de la lucha como necesidad educativa. En este modelo educativo que persigue la formación de ciudadanía, la lucha emerge como aspecto vital. “A decir de Prieto, la lucha debe ponerse al servicio de ideales”.
Considera que un ciudadano venezolano debe aprender a canalizar su instinto individual, usarlo, asirlo y permitirse que éste -que pudiera serle dañoso- le conduzca al logro de una máxima de sí: la humanidad.
“Si vis pacem para bellum: La lucha por la paz, por el bien, por lo humano. La lucha como instinto para alcanzar un ideal”.
En “La magia de los libros” (1955) el maestro aseveró que los jóvenes y adolescentes plenos de ese instinto viven en crisis -crisis de desencanto y decaimiento- y se dejan arrastrar porque no hay canales conductores, ni frenos modeladores.
“En vez de consentir que ello ocurra, en el aula, con los maestros y compañeros puede permitírsele hacer uso de esa fuerza vital, de ese empuje generacional, de ese ímpetu avasallador para que se impulse como hombre, como mujer”.
Pero dicha visión no es posible cuando el maestro mismo no entiende que en lugar de un aspecto dañino puede hallar en el instinto de lucha el potencial que hace falta para la formación del ciudadano, advierte la docente. “Solo es posible si el maestro, en vez de reprimir, guía; en vez de eclipsar, da alas a lo biológico natural”.
Sostenía Prieto que el docente debe soportar ese instinto y no permitir que se pierda en la procacidad negadora, sino prevenir la caída posible y potenciar la lucha para el servicio de lo humano.
“¿Cómo?, podemos preguntarnos. La respuesta no fue del maestro, la encontró en las lecciones de Simón Bolívar y las puso en palabras en documento “El magisterio americano de Bolívar (1968)”, donde expuso que las fuerzas vitales del hombre, cuando moralmente no son rectas y probas, los conducen a ser enemigos natos de sí mismos y, entonces, en vez de liberarse desde la lucha, ésta los oprime y los consume”.
Espíritu y corazón
“Moral y luces son nuestras primeras necesidades”, es una máxima bolivariana que debe ser retomada a los fines de que el modelo educativo asuma la formación de un ciudadano practicante de la virtud, de la justicia, del bien público, del apoyo a los otros, del roce social para alcanzar la condición moral. Formar el espíritu y el corazón en palabras de Bolívar.
La lucha puede y debe enrumbarse hacia estos ideales. Hoy día, la Universidad Pedagógica Experimental Libertador asume un proceso de transformación curricular que propende hacia esa vía, apunta: enseñar la condición humana es la orientación curricular que se convierte en camino de proceso y acción.
“A 111 años del natalicio de Prieto Figueroa es preciso recordar que ésta es la idea elaborada, la guía modeladora y el canal conductor que nos permite visionar la práctica profesional, las tecnologías de la información y la comunicación y la investigación como un espacio potencial en el cual la lucha nos impulse hacia lo humanizador”.
Ilustraciones: Dalver Santeliz/Archivo
Recordar su legado sirvió de inspiración a la profesora Togliatty Toro, del área de Castellano y Literatura del Instituto Pedagógico de Barquisimeto, cuyo epónimo es precisamente Prieto Figueroa, para la elaboración de un ensayo titulado La lucha, un escenario potencial en el modelo educativo venezolano”, en el que reitera que su pensamiento se mantiene vigente para la educación venezolana.
La autora, quien es estudiosa de las ideas del maestro, recuerda un ensayo de Prieto titulado Psicología y canalización del instinto de lucha, de 1936, en el que interpretó un aspecto que se había concebido como sustancial del pueblo venezolano: la lucha y la combatividad.
“El maestro de maestros afirmaba que en el país se había venido sosteniendo siempre una teoría de la represión, de la lucha salvaje, de la combatividad como una salida a ‘la guachafita venezolana’ (p. 08) y al mismo tiempo ofrecía una teoría contraria que daba cuenta de que el pueblo venezolano, viéndose así creaba hacia sí miedos, odios, separaciones dañosas que, en definitiva, provocaban la imposibilidad de evolución.
Y, sin embargo, agregaba que ese aspecto aparecía como necesario y que lo que urgía era la necesidad de canalizarlo, razón por la cual legaba a los maestros la tarea de educar los instintos. Véase bien educar y no reprimir. De manera alguna, la represión de la combatividad, de la lucha como instinto, podía considerarse”.
El instinto de lucha, como instinto, es biológicamente útil y legítimo. La naturaleza le permite al hombre hacer uso de ese instinto para defenderse. No se debe reprimir, sino hacer uso de él para que logre la comunidad humana, explica.
“En su ensayo validaba la necesidad de darle, desde la educación, una finalidad, un objetivo propuesto”.
En 1943, Prieto Figueroa -en la Convención Nacional del Magisterio, celebrada en Valencia- presentó por vez primera una tesis acerca del Estado, según la cual éste no puede dejar a su capricho a los ciudadanos, sino más bien es el responsable de su formación y orientación. Hoy día conocemos la tesis del Estado Docente, legada a nuestra concepción del sistema educativo.
“Dicha tesis defendía y defiende en esencia la relación política-educación. No la educación para el adoctrinamiento; la educación para la consecución del modelo de sociedad que se desea, en tanto que no hay modelo de sociedad que no sea orientado y formado por el modelo educativo.
La formación del ciudadano, en palabras de Simón Rodríguez. Una formación nunca para intereses particulares o especiales, una formación del espíritu, de la persona en libertad -no libertinaje, por cuanto la libertad siendo derecho también es deber-, de los valores que permita que una vez formado el hombre éste pueda ayudar a formar a otros”.
Al servicio de ideales
Toro insiste en la idea de la lucha como necesidad educativa. En este modelo educativo que persigue la formación de ciudadanía, la lucha emerge como aspecto vital. “A decir de Prieto, la lucha debe ponerse al servicio de ideales”.
Considera que un ciudadano venezolano debe aprender a canalizar su instinto individual, usarlo, asirlo y permitirse que éste -que pudiera serle dañoso- le conduzca al logro de una máxima de sí: la humanidad.
“Si vis pacem para bellum: La lucha por la paz, por el bien, por lo humano. La lucha como instinto para alcanzar un ideal”.
En “La magia de los libros” (1955) el maestro aseveró que los jóvenes y adolescentes plenos de ese instinto viven en crisis -crisis de desencanto y decaimiento- y se dejan arrastrar porque no hay canales conductores, ni frenos modeladores.
“En vez de consentir que ello ocurra, en el aula, con los maestros y compañeros puede permitírsele hacer uso de esa fuerza vital, de ese empuje generacional, de ese ímpetu avasallador para que se impulse como hombre, como mujer”.
Pero dicha visión no es posible cuando el maestro mismo no entiende que en lugar de un aspecto dañino puede hallar en el instinto de lucha el potencial que hace falta para la formación del ciudadano, advierte la docente. “Solo es posible si el maestro, en vez de reprimir, guía; en vez de eclipsar, da alas a lo biológico natural”.
Sostenía Prieto que el docente debe soportar ese instinto y no permitir que se pierda en la procacidad negadora, sino prevenir la caída posible y potenciar la lucha para el servicio de lo humano.
“¿Cómo?, podemos preguntarnos. La respuesta no fue del maestro, la encontró en las lecciones de Simón Bolívar y las puso en palabras en documento “El magisterio americano de Bolívar (1968)”, donde expuso que las fuerzas vitales del hombre, cuando moralmente no son rectas y probas, los conducen a ser enemigos natos de sí mismos y, entonces, en vez de liberarse desde la lucha, ésta los oprime y los consume”.
Espíritu y corazón
“Moral y luces son nuestras primeras necesidades”, es una máxima bolivariana que debe ser retomada a los fines de que el modelo educativo asuma la formación de un ciudadano practicante de la virtud, de la justicia, del bien público, del apoyo a los otros, del roce social para alcanzar la condición moral. Formar el espíritu y el corazón en palabras de Bolívar.
La lucha puede y debe enrumbarse hacia estos ideales. Hoy día, la Universidad Pedagógica Experimental Libertador asume un proceso de transformación curricular que propende hacia esa vía, apunta: enseñar la condición humana es la orientación curricular que se convierte en camino de proceso y acción.
“A 111 años del natalicio de Prieto Figueroa es preciso recordar que ésta es la idea elaborada, la guía modeladora y el canal conductor que nos permite visionar la práctica profesional, las tecnologías de la información y la comunicación y la investigación como un espacio potencial en el cual la lucha nos impulse hacia lo humanizador”.
Ilustraciones: Dalver Santeliz/Archivo
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